En este post voy a contar como fue mi parto por cesárea electiva o programada, que tuvo lugar en el Hospital público universitario Virgen Macarena de Sevilla el día 16 de enero de 2017 (semana 40+2 de embarazo). Si queréis recordar como llegué a ese momento, podéis leer la primera y segunda parte del post Decidiendo el tipo de parto.
Aquel día a las 8:00h ya estaba en el hospital. Tras entregar el documento que me habían dado una semana antes en la consulta de Alto Riesgo, me dirigí a la sala de espera. Pasaban unos minutos de las 8:30h cuando me llamaron a consulta. Lo primero que hice allí fue responder unas preguntas rutinarias (si había tenido contracciones, si había perdido líquido, si había ingerido algo pasadas las doce de la noche, etc). Después, pasé a monitores.
No sé exactamente cuanto estuve con las correas puestas, pero calculo que fue al menos una hora. Durante ese tiempo, tuve contracciones “fuertes” que no hubiera sabido identificar si no me lo hubieran dicho. La misma doctora que me había visto siete días antes me informó de que la cesárea tendría lugar a lo largo de la mañana, pero no podía precisar hora porque eso dependería de la disponibilidad de quirófanos y ginecólogos.
Aún en consulta, me cogieron la primera vía y firmé el consentimiento para la punción de la placenta con fines de identificación. Me dieron unos folletos de apoyo a la lactancia materna que me parecieron extemporáneos y carentes de información esclarecedora. Me entregaron también cuatro comprimidos de un complejo vitamínico específico para el periodo de lactancia y me explicaron que debía tomar cada uno de ellos en el desayuno de los siguientes días.
Tras esto, fui trasladada a la zona de preparto donde se me asignó una habitación en la que podría esperar junto a mi acompañante a que llegara el momento de la cesárea. Allí estaría algo más de una hora. En ese tiempo fueron a verme las ginecólogas y anestesistas que participarían en la operación. Estos últimos fueron los que me trajeron las malas noticias. Dado mi historial médico, temían no poder usar anestesa intradural. Además, por mi operación de cervicales, intubarme no era fácil… Si surgía alguna complicación, la cosa podía ponerse fea. Así que habían reservado una cama en la UCI.
Casi me da algo. Ya he estado en la UCI y fue una tortura. No quiero ni imaginar lo que es estar allí sabiendo que tu bebé está en planta y que no puedes verlo. Empecé a ponerme muy nerviosa y, cuando unos minutos más tarde llegué a quirófano, me temblaban las piernas. Por suerte, pudieron ponerme la anestesia en el primer intento. He oído muchas versiones sobre si el pinchazo duele o no. A mí no me molestó especialmente.
Fue cuestión de segundos que no pudiera mover las piernas. Y tampoco tardaron mucho en llegar los mareos y las nauseas. Gracias a todo lo que me había informado, sabía que esto era algo que ocurría con frecuencia así que inmediatamente informé a la anestesista. Me puso una primera dosis de algún medicamento, pero las nauseas seguían y fue necesario administrarme más medicación a través del suero. En un par de minutos, me encontraba mucho mejor y a partir de ahí estuve muy tranquila.
Supe que la cesárea había comenzado cuando noté el olor tan caracteristico que provoca el bisturí eléctrico. No habrían pasado más de cinco minutos cuando escuché el llanto (o griterio para ser más exactos) de Daniela. No la vi entonces ya que se la llevaron inmediatamente. Imaginé que estaría siendo atendida por el pediatra y lo cierto es que no me importó. Sé que para muchas mujeres es importante ver al recien nacido en los primeros momentos, y a mi también me hubiera gustado, pero en un quirófano nunca me he planteado interrumpir el trabajo de los sanitarios.
Lo único en que podía pensar era que por fin había acabado el embarazo. Supongo que fue mi falta de reacción lo que llevó a la anestesista a decirme que esa era mi hija, algo obvio teniendo en cuenta que era la única embarazada en quirófano. Aproveché su intervención para preguntarle como estaba la niña y me confirmó que estaba siendo valorada por el pediatra, pero añadió a modo de broma que estaba mosqueada. Y es que puede sonar a tópico, pero os aseguro que nunca he escuchado a un bebé llorar así. Era un grito tras otro.
Desde ese momento, fue como si mi cabeza desconectara de la operación que aun me estaban realizando para centrarse en lo que estaba ocurriendo en la habitación contigua. Sé que tuve una hemorragía y necesité una transfusión. A veces también notaba una sensación extraña, como si un peso enorme me empujara contra la camilla. Pero lo cierto es que yo sólo prestaba atención a las palabras sueltas que conseguía captar entre los gritos de Daniela. Una de las cosas que escuché fue el peso de la peque: 3720 gramos.
Más tarde, la pediatra se acercó a donde estaba yo para darme la enhorabuena e informarme de que Daniela estaba sana y en perfecto estado. Me dijo que estaban preparandola y enseguida podría verla. Mientras esperaba, la ginecóloga pidió que se llamase a la UCI para comunicar que no iría allí. Fue otro peso quitado de encima. En un momento dado, noté que el llanto cada vez se escuchaba más cerca, lo que significaba que estaba a punto de conocer a mi hija.
Lo primero que pensé al verla fue que era igual a como la habia visto en la ecografía 4D de la semana 27 de embarazo. Tenía la cara redondita y se adivinaban unos rasgos grandes. Dejó de llorar y aproveché para darle varios besos y decirle que en un rato estaríamos juntas. Algunas madres que habían parido por cesárea en ese mismo hospital me habían dicho que ese momento era un visto y no visto, pero lo cierto es que a mí me dejaron ver a Dani durante bastante rato. Y cuando la sacaron de quirófano, me dijeron que aun podría verla un poco más antes de pasar a sala de despertar. Me preguntaron de hecho por qué no había pasado con las gafas y, cuando comenté que no sabía que estaba permitido, me dijeron que en estos casos se hacía una excepción. Inmediatamente salieron a asegurarse de que las gafas estaban localizadas para que pudiera ver a Daniela de nuevo con ellas puestas.
Salí de quirófano y, tal y como me habían dicho, pude estar otro rato más con la peque. Tras esto, ella pasó a la habitación de planta con mi familia y a mí me llevaron a la sala de despertar. Apenas estuve allí una hora y media. En cuanto conseguí mover las piernas y me hicieron unas analíticas, me llevaron a mí tambien a la habitación.
Aunque aún hay mucho que avanzar en lo que se refiere a los protocolos durante las cesáreas, lo cierto es que yo tengo un magnífico recuerdo de la mía. Si algún día vuelvo a ser madre, firmaría una experiencia como esta con los ojos cerrados. Sentí que los profesionales que me atendieron hicieron todo lo posible para convertir ese momento en algo especial. Durante todo el proceso me sentí respetada y cuidada. Por eso no quiero acabar el post sin darles las gracias por lo bien que me atendieron.
marzo 12, 2018
Me alegro mucho que tu experiencia fuera tan positiva! Un abrazo
marzo 12, 2018
Qué bien que saliera todo redondo y quedaras contenta.
marzo 13, 2018
Qué interesante conocer las experiencias de otras madres. Qué bueno que todo fue bien y terminaste contenta.
marzo 13, 2018
Yo di a luz por cesárea a mis tres hijos
La tercera fue programada y también tengo buen recuerdo , sobre todo porque me enseñaron a la niña nada más nacer. Lo que no me gustó fue que me sujetaron las manos con una especie de correas y eso me agobiaba. Tuve muchas náuseas después de la operación y pase 4 horas en observación porque me subiø mucho la tensión pero todo eso se olvida luego cuando estás con tu hija.
marzo 26, 2018
[…] Tenía, discos de lactancia, bolsas para la congelación de leche materna… E intuyendo que mi parto sería por cesárea, me planteé cómo podría estimular la producción en caso de que no pudiera […]