Llevaba semanas planteándome escribir sobre la falta de civismo que contemplo casi a diario. La idea surgió concretamente después de ver cómo algunas mesas de la escuela de música a la que asisto habían sido pintadas. Cuando llegué a casa ese día, investigué sobre mobiliario escolar en Infanity.es y me pregunté si la gente cuidaría más los materiales si conocieran el coste de los mismos. Por desgracia, no estoy nada segura de que fuera así.
Días más tardes, fui a uno de los parques de mi localidad a pasar la tarde con Daniela. Dos de los cuatro columpios destinados a los más pequeños habían sido víctimas del vandalismo. Intentamos jugar en los que quedaban en pie, pero pronto otros niños mucho más creciditos se empeñaron en hacer un uso incorrecto de ellos. A punto estuvieron de golpear a los bebés, y de nada sirvió pedirles que tuvieran cuidado. Ni ellos ni sus padres se inmutaron ante tal reclamo.
A la mañana siguiente, desayuné viendo a través de la televisión como algunos manifestantes destrozaban mobiliario urbano. Y ayer fui testigo de un acto ruín a la par que ridículo. Un adulto le quitaba a mi hija de 23 meses un par de juguetes que un paje le había regalado durante la cabalgada de Reyes Magos. Todas estas situaciones, concentradas en un breve lapso de tiempo, me hicieron pensar sobre la importancia que tenemos los padres a la hora de evitar este tipo de conductas.
La educación cívica debe ser una prioridad
No me gustaría caer en la tentación de acusar a las nuevas generaciones de ser menos cívicas que sus predecesoras. He percibido un agravamiento de este problema en los últimos años, pero la responsabilidad está repartida entre todos los tramos de edad. Pero es lógico pensar que, si no se educa en el civismo a los niños, la situación se recrudecerá sin remedio.
Es labor de los padres garantizar el bienestar y correcto desarrollo de sus hijos. Eso incluye formarlos para la vida en sociedad de la que serán parte desde etapas muy tempranas. ¿Cómo hacerlo? Podría enumerar algunas acciones aparentemente sencillas que favorecen la educación cívica (enseñar a cuidar las posesiones materiales, animar a colaborar en la protección del medio ambiente, fomentar valores como la solidaridad en el ámbito escolar, etc.), pero me limitaré a enunciar la que considero base de todas ellas.
Predicar con el ejemplo
Para nuestros hijos, somos espejos en los que mirarse. Imitaran nuestra forma de hablar, la manera en que nos reímos… Y reproducirán nuestra manera de relacionarnos con el entorno. No comprenderán la importancia de cuidar su ciudad si arrojamos papeles al suelo. Es dificil que aprendan a respetar al diferente si nos burlamos de la primera persona que nos cruzamos por la calle. Tampoco entenderán que la violencia no es un mecanismo válido para la resolución de conflictos si casi llegamos a las manos por una simple disputa de tráfico.
Es importantísimo que los adultos tomemos conciencia de la responsabilidad que hemos adquirido al convertirnos en padres, no sólo respecto a nuestros hijos sino también a la sociedad en su conjunto. Hemos de ser el mejor ejemplo a seguir, pues no favorecer la educación cívica nos perjudica a todos.