Querido 2017:
Siento pena al tener que despedirme de ti. Aunque nuestra relación no ha sido perfecta, me has dado algunos de los momentos más importantes de mi vida. ¿Recuerdas nuestro primer día juntos? Yo me sentía tan rara que pensaba que iba a ponerme de parto de un momento a otro. Me equivocaba. Seguramente mi estado se debía a la cantidad de comida que había zampado el día anterior.
Tuve que esperar hasta el 16 de enero para conocer a Daniela. Había pasado meses imaginando como sería, pero ni en mis mejores sueños la vi tan perfecta. ¡Que distinto es todo desde que ella está aquí! Incluso los días malos se viven diferente porque hay una niña de ojos azules, mofletes gordos y sonrisa traviesa que me mira esperando recibir todo el cariño que merece. ¿Sabes que? Ayer por primera vez me llamó mamá. Hasta ahora solo había pronunciado esas sílabas de manera aleatoria. Imagino que fue tu regalo de despedida.
En mayo disfrutamos de unas vacaciones de verdad. Fue raro volver a estar en el mismo hotel que ocho años antes. La Ángela de aquellos días se habría reído si alguien le hubiera dicho que volvería con un bebé…
En septiembre decidí que era el momento de iniciar un nuevo proyecto. Así nació este humilde espacio desde el que te escribo. Este blog, pequeñito pero matón, me ha dado más satisfacciones de las que creía posibles. Escribir en él me aporta serenidad, me permite poner en orden algunos de mis pensamientos. También me ha hecho conocer a personas interesantes, simpáticas e inteligentes. A penas llevo unos meses interactuando con ellas, pero espero conocerlas más en 2018.
Desde octubre soy también madre trabajadora. Tener que separarme de mi hija durante ocho horas al día no era fácil. Temía perderme momentos importantes… Pero no puedo quejarme, soy una privilegiada por haber podido disfrutar de ella por completo durante nueve meses y por tener un trabajo que no me impide compartir con ella varias horas al día. Al fin y al cabo, es este tipo de sacrificio el que nos permitirá llevar adelante nuevos planes.
Como te decía al comienzo de esta carta, no todo han sido buenos ratos. Me he llevado nuevas decepciones, pero no voy a extenderme en este punto. No se merecen empañar nuestro recuerdo. Al fin y al cabo, son esos momentos los que me hacen más fuerte. Y es que los golpes siguen doliendo, pero las heridas curan cada vez más rápido.
Lo más importante es que todo esto ha venido acompañado de salud para mí y los míos. No sé lo que me deparará tu sucesor. Sería demasiado ambicioso desear que me traté tan bien como lo has hecho tú, así que solo pediré que me deje disfrutar de lo que tengo sin sobresaltos. Sin más me despido de ti.
Siempre te recordaré.